
La lectura del Tarot va más allá de un simple ejercicio mental: es un proceso que involucra tanto la mente como el espíritu, y puede ser comparado con prácticas como la meditación profunda o los sueños lúcidos. En estos momentos de introspección, el lector accede a un flujo de pensamientos y energías que lo conectan con niveles más elevados de conciencia. Este estado permite interpretar los símbolos del Tarot con una claridad intuitiva, lo que facilita la comprensión de aspectos ocultos de la psique.
Para algunas personas, esta conexión surge de manera natural, como un talento innato. Sin embargo, para muchas otras, es el resultado de años de práctica y disciplina. Esto incluye el desarrollo de habilidades como la meditación, la observación consciente y la sintonización con las energías del consultante. Estas prácticas permiten al tarotista alcanzar un estado receptivo en el que la interpretación se convierte en un acto fluido y simbiótico entre las cartas, el lector y el consultante.
Además, el Tarot funciona como un puente entre el mundo visible y el invisible, donde la intuición actúa como guía para desentrañar mensajes significativos. En este contexto, la lectura no es únicamente una herramienta predictiva, sino un catalizador para el autodescubrimiento, la reflexión y la conexión con planos de conciencia más profundos.